viernes, 15 de marzo de 2019

Polución nocturna

Érase en un sueño, durante una tarde soleada en un campo verde abierto, se encontraba acostado Azul. Tiene los ojos cerrados y siente los rayos del sol en su cara, lo disfruta como si fuese un gatito. También siente el tacto del césped que pica suavemente entre sus dedos, así como también una ligera humedad que emana la tierra luego de una lluvia y que se va empapando en su ropa. De repente siente su rostro algo frío, como si alguien le tapara los rayos del sol. Abre los ojos y... ¡sorpresa! Es una muchacha de ojos verdes que le sonríe, quien deja caer de sus manos, unos pétalos de rosas que caen suavemente en el rostro de Azul. Con una sola mano, Azul agarra los pétalos regados por su rostro y los inhala mientras observa a la muchacha. La mirada de ella y el aroma de los pétalos, lo seducen fuertemente a Azul, quien sonríe, y sigilosamente mueve su brazo hacia el pie de la muchacha para tocarla, pero ella, de antemano ya había intuido su intención y se aparta caminando apresuradamente a través del campo. Azul cierra los ojos y estira sus extremidades para desperezarse (como el felino que es), se levanta y sale corriendo hacia la muchacha, quien ya va entrando por un frondoso bosque de pinos. Mientras corre, Azul es abrazado por un viento gélido, algo inaudito porque está en un ambiente totalmente soleado que parece ser la plenitud del verano, cosa que lo confunde, pero sigue.

Entra al bosque y ve que la muchacha corre gritando loca de felicidad. Azul sigue adentrándose y  encuentra un trozo rasgado de la blusa roja que llevaba la muchacha, que hace que su mente sea pervertida y lo excita un poco. Mientras sigue avanzando, se anima a extender los brazos para sentir los árboles que logra tocar con sus manos, pero de repente se fija que al tocarlos, se pierde el tacto de madera para sentir de a poco que los árboles se sienten como hierro frío. Avanza más y nota que los rayos solares que se infiltraban entre los árboles, empiezan a ser reemplazados por un ambiente que rozaba en lo lúgubre... ¿sintió miedo? no, su excitación hace que se olvide del miedo. Logra divisar un tacón de zapato rojo en lo que pareciera ser la entrada a un trecho pequeño, avanza, y al agarrar el tacón, se tropieza con una raíz de un árbol y se retuerce del dolor, pero la excitación es su morfina y rápidamente se levanta para seguir.

Llega al final del trecho del bosque, donde ve a la muchacha apoyada sentada contra un árbol, con sus ojos verdes totalmente abiertos de sorpresa, que se conectan a los mieles fogosos de Azul. Se acerca a ella, se apoya con su rodilla en el suelo y observa las piernas de la muchacha, totalmente maravillado y empieza a rozar ligeramente con su mano al pie de la muchacha, sube por la pantorrilla y hace círculos en su rodilla, pero se percata que cada centímetro que arrastra sus dedos sobre la piel de la muchacha, va dejando manchas de sangre a su paso como si sus dedos fueran una brocha que corta. Se siente confundido otra vez, pero observa el rostro de la muchacha que está sonriendo feliz, lo que hace olvidar su confusión y continua acariciando, esta vez más despacio, hacia el muslo de su pierna, mientras ella tiembla sonriente. El tacto de sus dedos continúa por debajo de su blusa y acaricia su vientre, avanza hacia sus pechos pequeños, y sus dedos caminan hacia sus labios hasta tocarlos. Ella, con su lengua, alcanza y lame los dedos merodeadores de Azul, acompañada de una mirada juguetona. Azul ya no puede más con todo el calor de su cuerpo, que la besa y la muerde, el frío del lugar desapareció. Posee con mucha pasión a la muchacha, hasta descargar oníricamente (y sentir que traspasó a otra dimensión), quedando extasiado y caliente sobre ella, quien lo abraza y acaricia a Azul como si fuese un gatito.

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