martes, 10 de julio de 2012

Reflejos ante un transparente cristal roto

Lo veo, un edificio en llamas, retorciéndose en el éxtasis junto a las copas de vino ensangrentado, las risas sonando en delirios grandilocuentes, cristales reventando y convirtiéndose en armas, de las peores, de esas que te hacen sentir una tortura con sus pedacitos cortantes picantes, que a la vez reflejan a sus víctimas en su espejo que quedan tiradas sobre el pavimento, tras la explosión (nota primera: que caso tan curioso, al parecer solo nos encontramos a nosotros mismos cuando miramos nuestro dolor en el espejo) para luego poder ver más allá, gracias a la transparencia de este cristal teñido ya de sangre, aunque rota, pero de todas formas no hace mucha diferencia, porque detrás de la ilusión se encuentra la distorsión y es que es tan real ésta, y detrás de nuestra piel se encuentra la sangre, tan real como la vida. En fin, el tener que ver a través de ese cristal ensangrentado, es exactamente igual a tener sangre en los ojos luego de una traición, (nota segunda: osea vamos, no es difícil de entenderlo a menos que sigas en la burbujita mental en que te encuentras) el no haber visto más allá, hasta que no hayamos hervido la sangre. Y viene algo más: habrá que romper ese cristal ensangrentado y aceptar la situación, de lo contrario nos quedaremos bien estancaditos en la ira, que a veces nos puede caer bien un ratito, pero hasta ahí nomás, luego envenena a la persona (comprobado científica y empíricamente por mi persona) y no se equivocaba el Chavo del 8 respecto a la venganza. Después si, veremos quiénes somos, o como leí por ahí que decía que nuestro dolor saca a flote nuestras debilidades y fortalezas.

Creo que puedo hacer una segunda parte de esto.

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